viernes, noviembre 05, 2010

E A T: “Confrontación, dialogo y jóvenes” por el Lic. Gabriel Brener

La exhortación de bajar la confrontación con la que diversos intelectuales y periodistas guionan a opositores y buena parte del sentido común, además de su intención de “bienaconsejar” a la primera mandataria,  merece una traducción algo más arriesgada que el rechazo o la impotencia, ya que estas reacciones omiten la información que ayuda a discernir y se pliegan a las múltiples formas de simplificación mediáticas sobre asuntos que son bien complejos.
 Discernimiento que requiere volver la mirada sobre los más jóvenes. Valioso ejercicio el de salir en búsqueda de indicios o señales que nos ayuden a explicarnos por qué tantos jóvenes en las calles, mezclando dolor y cánticos, mostrando convicciones en tiempos de confusión generalizada…
Cómo un pibe o piba que nació al calor (más bien friolento) de la exaltación del self made man, del consumo como único horizonte de vida (comprando o  mirando como compran) del individualismo como ejercicio básico de ciudadanía, de la privatización como cosa natural y el mercado como paisaje omnipresente, nos  muestra que es posible recuperar la calle para hacer de lo colectivo una señal que aglutine, para transformar la alteridad de asunto indiferente a razón de Estado.
 Cómo y qué cosas se están moviendo para que la  política como cosa sucia, “de otros” y de ultima “como algo que deberían hacer los que estudien para eso en una facultad o algo así”,… se traslade al asfalto, rebote en labios y palmas que quieren jugar allí sus apuestas de esperanza. 
 No hace mucho tiempo funcionarios y políticos, acompañados del siempre listo espectáculo mediático demonizaban a estudiantes secundarios por “hacer política”, estigmatizándolos como  jóvenes violentos y peligrosos, Es el mismo asfalto que volvió a tenerlos como protagonistas frente a la muerte de Nestor Kirchner. Duelo y dolor que los jóvenes transformaron en alegría, en un fértil y auspicioso encuentro con la política, asunto que parecía mínimo si de juventud se trata.
Quizás sea más honesto llamar las cosas por su nombre... cuando opinólogos mediáticos le arman el guion y la tira diaria a opositores sistemáticos y   dicen querer bajar o eliminar la confrontación lo que quieren decir es apaciguar o extinguir el conflicto. Y allí es interesante detenernos, porque es asunto clave si se trata de pensar en y con los jóvenes...
¿Es posible evadir el conflicto cuando se trata de un país que viene del hondo bajo fondo de finales del siglo XX, de muertes y miserias, desigualdades y derrotas  como nunca hemos visto los argentinos? Desigualdades en el acceso a bienes materiales y simbólicos significa intereses en disputa, necesidades diferentes para quienes están de un lado o del otro del buenvivir... Eliminar el conflicto es la manera más riesgosa de aumentar toda probabilidad de diferentes tipos de violencias.
Es imperiosamente  necesario hacerle un  lugar al conflicto, para tramitar las  tensiones, la puja de intereses, y poder ir resolviendo problemas. Cuando pregonan la no confrontación su traducción no es otra que la de no habilitar el conflicto... y lo que también quieren decir y no confiesan  es que las cosas tienen que ser como siempre fueron, nada de reconocer un conflicto que suponga dirimir intereses, y que solo puede existir imposición allí donde debería existir negociación.
¿Y los jóvenes?
Qué, sino diferencia,  es la principal frontera que separa jóvenes de adultos. Unos hijos de la imagen, nativos digitales, otros forasteros de dichos lenguajes y velocidades, que siempre han sabido de letra escrita, lineal, previsible, y mucha veces de la "letra con sangre entra"...
¿Es posible que la distancia que separa a jóvenes de adultos  pueda significar no confrontación?  El equívoco más grande o la trampa que no se muestra es que confrontación no es antónimo de dialogo, sino su componente más sustantivo y necesario, que enriquece y hace más saludable y plural el vinculo intergeneracional.
Lo que siempre quisieron vendernos es la doble moral, el dialogo como simulación, el hacer como qué..., aun con discursos  progresistas del cambio permanente de lo que nunca debe cambiar.