domingo, abril 17, 2011

E A T: "Nostalgia" por Carlos Skliar

Siempre se habla con nostalgia de aquellos buenos tiempos, de los tiempos que ya pasaron, de los tiempos que no regresarán jamás. A no ser el de los niños y el de los jóvenes, todo el lenguaje parece tapizarse de una ausencia hipnótica, abismal. Y se vuelve mítica la percepción que detrás de nosotros hay un tiempo que fue, siempre, incontestable e incorruptiblemente mejor.
Pero: ¿Qué enseña la nostalgia? ¿Nacemos o nos volvemos nostálgicos? ¿Es la nostalgia la edad de los adultos y los ancianos?
La nostalgia es una de las tonalidades posibles de la mirada. Se trata, quizá, de ese tono anterior a la mirada, algo grisáceo, algo claroscuro. Y ya se sabe: hay quienes lo miran todo desde la utopía, hay quienes lo hacen con heroísmo, hay quienes lo hacen poéticamente. O desde la indiferencia. Y están aquellos que todo lo miran y todo lo recubren con nostalgia.
La nostalgia es una llovizna tan pequeña como incesante. Comienza casi bella y acaba por invadirnos de una humedad tan intensa, que ya no sabemos reconocer la diferencia entre nuestro cuerpo y su nostalgia. Como si el cuerpo asumiera la forma de una suave lágrima que en vez de secarse acaba por humedecer la vida entera.
Nadie se muere de nostalgia, a no ser que quiera morir de nostalgia. Tenemos la sensación que la mayoría de las veces somos nostálgicos por un tiempo que no vivimos. O, tal vez, nos sobrevenga una nostalgia porque somos incapaces de recuperar la atmósfera de algo que, creemos, hemos vivido intensamente. Y, quien sabe, somos nostálgicos de algo que no nos ha ocurrido aún, de un amor que todavía no ha llegado hasta nosotros.
¿Hay alguien capaz de quitarse del amor y la nostalgia? ¿No sospecharíamos inmediatamente de aquellos que no sienten el amor y la nostalgia, especialmente la nostalgia y el amor que tienen que ver con nosotros mismos? ¿Y porqué nos alegramos cuando alguien nos dice que siente nostalgia por nosotros? ¿Qué puede pensar la nostalgia en el amor? ¿Será acaso necesaria para la poesía, para la filosofía, para la música? ¿Se podrá alguna vez escribir sobre el amor sin la nostalgia?
Tal vez la nostalgia sea el modo que asume el cuerpo para decidir de una vez esa batalla tan peculiar entre la vida y la muerte. Es posible pensar que quien prefiere la nostalgia le hace un guiño a la muerte. Pero también es cierto que quien jamás ha sentido la nostalgia sea capaz de haber amado.
La nostalgia es uno de los posibles tonos con que miramos. Mirar nostálgicamente todo es tan mortal como mirarlo todo alegremente. La nostalgia, sin embargo, no tiene parentescos, no se opone a nada, no quiere polemizar con nadie. Sólo desea que la dejen en paz, sola y a solas, con su propia mirada.
Cada segundo es un tiempo y un destiempo del amor. Allí ya no hay traición. Se ama una y mil veces. Pues un cuerpo es todos los cuerpos. Una boca es todas las bocas. Y también: dejar el amor es dejar todos los amores posibles. Dejar un cuerpo es dejar todos los cuerpos. Dejar una boca es dejar todas las bocas. Por eso no hay traición, ni a uno mismo ni a los otros; porque el amor se multiplica al sorprenderse de sí mismo; porque al amar un rostro, todo rostro puede comenzar a ser amable, amado.
El amor no desciende hacia nuestro interior ni se expande hacia el infinito. Va y vuelve en el mundo, se disemina a través del mundo. El amor no sube ni baja. Simplemente, ocupa toda la extensión de aquello, que en el amor, percibimos como universo.
Por eso el desamor es el desvanecimiento del mundo (aunque el amor sea pura evanescencia). Y el olvido puntual. Y la pérdida absoluta de aquello que pueda ser el Ser. Y la inocultable percepción que ya no estamos vivos, aún vivos. Porque en el desamor ya no hay sino cenizas que nos condenan a una absurda memoria permanente, a un repliegue venenoso, a un terco anochecer sin mañana.
Porque en el desamor ya no quedan más que gestos desordenados, imperfectos, malestares que nunca se traducirán en poema, en versos. Sólo habrá un recuerdo fugaz y deteriorado que se desespera por su anterioridad, por ese instante que antecede al desamor. Y cada palabra es un tiempo y un destiempo del amor. Ese desamor, ese destiempo del amor, quizá sea la nostalgia.

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