sábado, mayo 07, 2011

E A T: "Rebelión" por Carlos Skliar

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Rebelarse no es contra qué. Es junto a quién. Se me dirá que una afirmación de este porte niega todo lo ocurrido hasta aquí, desde la rebelión de un pueblo, hasta la rebelión de un niño. Desde la rebelión de un grupo, hasta la rebelión de un alma. Es posible. No estoy seguro. Y es que contra qué significa: quizá contra todo. Contra la infamia, la humillación, el cambio climático, la pérdida de tiempo, la excesiva pausa, el hambre, el maltrato a mujeres, a la infancia, a los animales, la injusticia, la desvergüenza, la corrupta corrupción, el sonido chirriante, la pared de al lado, la mala literatura, la mala educación, la ignominia, el salario, la falta de salario, los déspotas, los tiranos, la imbecilidad, la lluvia no anunciada, el viento huracanado, la guerra que vendrá, el dios mudo, el destino inanimado. Todo lo que compone el mundo, este mundo, es causa de su contrariedad. Estar contrariado con el mundo, con este mundo. El que uno habita. Hace. Deshace. Dice, desmiente. Prefigura, configura, desfigura. La demasiada infancia, la demasiada vejez, causan contrariedad. El porqué de la vida y el sin qué de la muerte, provocan contrariedad. Uno es la contrariedad del otro. Otro es la contrariedad de uno. Estar juntos perturba. Estar lejos desespera. La distancia justa, la justa medida, la medianía, el hombre medio, la medianera se han vuelto insoportables. Hacer de cuenta que todo importa y hacer de cuenta que nada importa, es motivo de contrariedad; subir, bajar, andar, pensar, reír, bostezar, adular, disfrazar, prevenir, postergar, injuriar, acallar, callarse, sobreestimar, desestimar, menoscabar, desamar, dilapidar, estrellar, asimilar, expresar, opinar, informar, batallar, asumir, decaer, enfermar. Contra el mundo. Contrariados y contrariándonos. Pero el mundo no es la vida. Es la escena donde la vida singular ocurre. Es su invertebrado escenario. Acontecen cosas en esa vida que está en el mundo. ¿Es verdad, acaso, lo contrario? El académico confunde el mundo con la vida. Y tuerce la vida hasta hacer parecerla el mundo. El monstruo político lo confunde aún más y pese a sus afónicas promesas ya no tiene vida. Las noticias sanguinarias lo arruinan todo: al mundo y a la vida. La publicidad, no confunde, lo hace propósito. Hace a propósito de una vida que no tendremos en un mundo que no está. Pero hay el poeta que encuentra algo que no ha comenzado ni ha terminado y reposa y subvierte en la mitad. Hay el maestro que podría distinguir la Historia de la historia. O la geografía de la travesía. O el brillo de la agonizante mariposa con su pasado gusano. Hay la infancia, que rehace al mundo con su nueva vida. Rebelión, rebelarse, rebeldía. Rebelión: fin de la paciencia, un temblor de dentro hacia fuera, hacia la calle, hacia la plaza. Rebelarse: ser intolerante con un mundo que no tiene paz ni deja en paz. Rebeldía: acción de no ocultarse, de no esconderse, de no ser tolerante con el propio pensamiento. Pero: no contra qué. Sino junto a quién. Junto a quién quiere decir que no se es Ícaro, sino una voz en El Banquete. La cofradía es junto a quién. El gesto iracundo es contra qué. El golpe es contra qué. La amistad es junto a quién. La amenaza, el asesinato es contra qué. Mirar hacia los lados, andar a los lados, estar en los lados, es junto a quién. Hay rebelión de vocablos (Oliverio Girondo), rebelión de las masas (Ortega y Gasset) y hay rebelión en la granja (George Orwell). Hay: “El lado del Bien es el de la sumisión, el de la obediencia. La libertad es siempre una apertura a la rebelión (…) y eso que encarna una verdad primera, la del niño que se rebela contra el mundo del Bien, contra el mundo de los adultos y es arrastrado, por su revuelta sin reservas, al partido del Mal” (Georges Bataille) . Y, sobre todo, ya se sabe gracias a Alejandra Pizarnik que: “Una mirada desde la alcantarilla / Puede ser una visión del mundo”. Sí, ya se sabe. Desde una alcantarilla o detrás de la ventana o bajo la cama o sobre el hombro humillado y pisoteado de otro hombre o frente al débil o encima del palco o atrás del árbol. “La rebelión consiste en mirar una rosa / Hasta pulverizarse los ojos”. Rebelión: primero es mirar, existe en la mirada; algo rebela y se revela. Quien no mira, es decir, quien no mira hacia fuera de sí mismo, no siente ni padece rebelión. La mirada que mira hacia fuera: curiosa y furiosa definición de la vida, pero no del mundo. El mundo se mira a sí mismo. Pulverizarse, estremecerse, conmoverse, desencadenarse la rebeldía. Mirar una rosa. Mirar al mundo. Y pulverizar su atrocidad.

REBELIÓN (1):
Del lat. rebellĭo, -ōnis). Acción y efecto de rebelarse. Der. Delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y por la militar, consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos.

REBELIÓN (2):
"Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. La frontera que los separa es incierta, pero el Código Penal los distingue, bastante cómodamente, por la premeditación. Estamos en la época de la premeditación y del crimen perfecto. Nuestros criminales no son ya esos muchachos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos y su coartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para convertir a los asesinos en jueces (...)" (Albert Camus, ‘Polémica sobre la rebelión y la historia’).

REBELIÓN (3):
“(…) Ni un ruido llegaba hasta mí, y parecía que el espacio hubiera quedado sin aire. El espectáculo discurría en medio de un terrible silencio. No oí los sollozos de los niños, ni las quejas de las madres, ni el clamor de la batalla de los miembros de los clanes, ni mugir el ganado, preso en los establos. De entre todos los terrores de la destrucción, sólo una dorada claridad llegaba hasta los acantilados de mármol. Así, para delicia de la mirada, en la belleza de las cosas que se extinguen se fundían dos mundos tan distanciados uno de otro.
Ni tan siquiera oí el grito que se escapó de mis labios. Únicamente, en lo más profundo de mi ser, como si la llama también me hubiese devorado, oí el crepitar de aquel mundo en fuego” (Ernst Jünger, ‘Sobre los acantilados de mármol’).

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